Lo que el rechazo de mi esposa me enseñó sobre la autoestima

Mi esposa, Emma, ​​siempre ha tenido un estilo único. Su forma de combinar sus prendas despierta la admiración de quienes la rodean y
de quienes la conocen. Su seguridad en sí misma es realmente inspiradora.

Sin embargo, un día, comenzó a cuestionar su belleza después de ser humillada por un empleado de una tienda de lencería.

Es decir, Emma vio un cartel que indicaba que la tienda que le encantaba por los productos que ofrecía, así como por su lujoso escaparate, estaba contratando.

Ya estaba buscando trabajo, y esta parecía ser la oportunidad perfecta. Emocionada y esperanzada, entró en la tienda y saludó al dependiente, quien no parecía muy amable.

Cuando Emma preguntó cómo podía solicitar el trabajo, la dependienta la miró de arriba abajo con desprecio antes de soltarle el golpe: «Mira, no creo que seas lo suficientemente guapa para este trabajo. ¡Ni hablar! Ni lo intentes».

Estas palabras sacudieron la confianza en sí misma de Emma.

Cuando llegó a casa, estaba llorando.

Mi esposa se sintió devastada, y yo también. No podía creer que alguien pudiera ser tan cruel como para decirle a alguien que es feo en su cara.

En ese momento me enojé tanto que decidí darle una lección a ese asistente de ventas.

Llamé a mi amigo Mike. Es un hombre guapo que trabaja como cazatalentos, y le conté lo sucedido. Le esperaba una buena revancha, así que fuimos a la tienda al día siguiente, asegurándonos de que el mismo vendedor estuviera allí.

Al entrar, Mike se presentó y yo fingí comprar algo. Le habló de modelaje y le contó que buscaba un nuevo rostro para una próxima campaña.

Parecía ansiosa por causar una buena impresión, se aseaba y posaba, pero después de un rato, justo cuando Emma entraba en la tienda, Mike le dijo a la dependienta: «Lo siento, no eres lo que buscamos». Luego se volvió hacia Emma, ​​fingiendo verla por primera vez en su vida, y le dijo: «Señorita, ¿ha considerado alguna vez trabajar como modelo? Sería perfecta para usted».

Emma sonrió y la vendedora se enojó al recibir un poco de su propia medicina.

Todos salimos de la tienda y, aunque Emma sintió un poco de pena por la mujer, yo sabía que se lo merecía.

Quería que Emma aprendiera que su autoestima y su confianza en sí misma venían de dentro y no de lo que los demás pensaran de ella.

Be the first to comment

Leave a Reply

Your email address will not be published.


*