¿Cómo lograr que la hija de mi esposo se vaya con la abuela? No puedo aceptar a su hija.

**Diario de un hombre**

Nunca pensé que mi vida daría este giro. Me casé con una mujer que tenía una hija de un matrimonio anterior. Su madre la abandonó y se fue al extranjero con otro hombre, dejando a la niña al cuidado de su padre. Ahora vivo en un infierno, intentando convivir con esa niña en nuestro piso de Lavapiés. Soñaba con una familia feliz, pero en su lugar tengo a una chiquilla malcriada que me hace la vida imposible. Ahora que mi esposa está embarazada, necesito que la niña se vaya a vivir con su abuela. Pero, ¿cómo lograrlo sin que parezca forzado?

Cuando comencé a salir con Lucía, su hija Vega pasaba más tiempo con la abuela. La veía poco y creí que podría aceptarla como parte de su pasado. Pero después de la boda, todo cambió. Mi suegra dijo que ya no podía con ella y la trajo a vivir con nosotros. Intenté conectar con Vega, pero cada esfuerzo chocaba contra su indiferencia y su mala educación. No me hace caso, como si yo no existiera. Peor aún: actúa como si mandara aquí, deja todo tirado y se queja de mí con su padre o su abuela por cualquier tontería.

Todos los días escucho sermones de mi suegra: “Paciencia, Javier, ¡encuentra la forma de llevarte bien con ella!”. Lucía también me pide que sea comprensivo, pero ¿por qué debo aguantar los desplantes de una niña de doce años que me falta al respeto? No es mi hija y no quiero convertirme en su cuidador. Pronto tendré un hijo propio y no pienso tolerar sus rabietas. ¿Por qué nadie la educa? Lucía y su madre la consienten, ignorando su grosería y pereza. Si sigue así, terminará siendo una egoísta insoportable.

Vega es un desastre. Deja los platos sucios, la ropa por el suelo y soy yo quien termina limpiando. Su actitud me desespera: es astuta, manipuladora y parece disfrutar provocándome. Lucía trabaja hasta tarde y muchas noches estamos solos. Ya no es una niña pequeña, pero mi mujer insiste en que no puede quedarse sola. ¿Por qué debo sacrificar mi tiempo y paz mental? Yo también tengo derecho a vivir mi vida.

Mi suegra viene un rato, la mima y luego me reprocha: “¿Por qué no juegas con ella? ¿Por qué no le pones límites?”. Creen que es mi obligación ocuparme de la hija de Lucía. Su presión me ahoga. Si no me exigieran lo imposible, quizá lo aceptaría mejor. Pero me arrepiento de haberme metido en una relación con “equipaje”. Vega nunca será como mi hija y no pienso fingir lo contrario.

Lo peor es que ahora Lucía está embarazada. No quiero dejar a mi mujer—la amo, y ella intenta mediar—pero no soporto seguir viviendo con Vega. Su madre solo llama en Navidad, le envía regalos baratos y jamás la ha reclamado. La niña la echa de menos, y se nota que le duele. Pero ese dolor no nos une; al contrario, me paga su rabia con malas caras y contestaciones.

Sueño con que Vega se vaya con su abuela. Sería la solución perfecta. Vive en Vallecas, cerca, y la adora. Pero ¿cómo conseguir que se vaya? Ella no quiere separarse de su madre, y Lucía no está dispuesta a alejarla. He probado a ser amable, sugiriendo que pase más días con la abuela, pero solo pone mala cara. ¿Y si me pongo firme? Quizá entonces se canse y se marche sola. O tal vez deba hablar con Lucía para que convenza a su madre. No sé qué hacer, pero siento que estoy al límite.

Este embarazo ha complicado todo. Quiero tranquilidad, prepararme para mi hijo, no malgastar energías con una niña que no es mía. Vega pertenece al pasado de Lucía, pero no por eso debo sufrir. ¿Cómo alejarla sin romper mi matrimonio? Necesito una salida antes de que estalle.

**Lección aprendida:** A veces, el amor no basta. Las piezas de una familia no siempre encajan, y forzarlo solo trae dolor. Hay que saber cuándo soltar… aunque duela.

Be the first to comment

Leave a Reply

Your email address will not be published.


*